es el seudónimo de Magdalena Lutek, una fotógrafa de Polonia cuyas fotografías, cargadas de sentimiento y sensualidad, son como fragmentos de una película nostálgica que podría narrar la vida de una joven cualquiera que vive en un pasado indefinido y se debate entre el amor y la ausencia, la integridad y el dolor, la necesidad de contar y el anonimato.
Cuando tenía 15 años encontró una vieja Zenit de su padre, le pidió que le enseñara a usarla y empezó a hacer fotos con ella. La experiencia le gustó y no tardó en interesarme seriamente por la fotografía. Al principio lo que más le gustaba era hacer fotos de la naturaleza, sobre todo en invierno, cuando todo está helado y parece que la vida se apaga.
En 2009 empecé a experimentar con el autorretrato. Mi rostro siempre salía oscuro en las fotos y entonces el retrato se convirtió en una obsesión, necesitaba fotografiar a gente y plasmar sus emociones, sus sentimientos… su alma en definitiva. En 2011 empecé a trabajar con modelos y desde entonces ha sido un no parar. En cualquier caso mi fotografía es muy personal y tiene muchos elementos introspectivos.
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