Aunque en ocasiones publicamos artículos sobre artistas o creativos de reconocido nombre, en Makamo tenemos cierta predilección por el trabajo de jóvenes talentos que empiezan a forjarse un nombre y una carrera.
Pero la verdad, no sé si deberíamos empezar a replantearnos nuestros principios, porque existen muchos artistas consagrados que tienen obras realmente fascinantes y que, fuera de ciertas esferas, no son tan conocidos; o, aunque lo sean, a veces es una gozada brindarles un homenaje con un repaso por su obra.
Éste podría ser el caso del pintor zaragozano , uno de los grandes pintores de este siglo. Su técnica minuciosa y su realismo metafísico dotan a su pintura de una profundidad conceptual excepcional. Valls no trabaja con modelo, sus cuadros son en su totalidad fruto de su imaginación.
Mi pintura sirve para aportar oscuridad, inquietud, tormento. Lo que hago como artista es ahondar en la parte más oscura y más desconocida del ser humano. Mi pintura vendría a ser una manera de manchar lo blanco.”
Cuanto más admiro su obra más conciencia tomo de la genialidad del autor. Su capacidad para penetrar en las zonas más recónditas de la psicología humana, plasmar el sufrimiento en toda su intensidad y definir cada uno de sus matices resulta demoledor.
Tristeza, frustración, desesperanza, recelo, miedo, ira, cansancio, reserva, temor, tormento, dolor, sufriendo, angustia… la lista de emociones negativas que Valls retrata con precisión cirujana resulta abrumadora. Pero sus mujeres siempre son víctimas. Víctimas de una agresión; ya sea de su experiencia, de otra persona, de su entorno o de sí mismas. Pero presas, al fin, de sentimientos que las sumen en la delicada y penosa prisión del dolor.
Las notas musicales de su poesía resultan difíciles de asimilar. Arañan el alma porque escudriñan rincones, desnudan y sacan las emociones más profundas y ocultas al escenario. Visibles para todos, incluso para nosotros mismos.
Una obra de arte pesa tanto como el volumen de inconsciente que desaloja.
Dino Valls es un gran pintor, su obra en sí es un homenaje al arte y a la espiritualidad que, en épocas más volcadas a hacia lo trascendente, le daba su razón de ser. (…)
Los ojos de sus figuras son tremendos no sólo porque comunican una emoción -también lo hacen los ojos picassianos-, sino porque contienen la sangre, las lágrimas y porque, tras ellos, está todo el entramado de nervios y a su alrededor los huesos, porque cada cosa ha sido estudiada, comprendida, asimilada con meticulosidad leonardesca.
Javier Rubio Nomblot “El Humanismo de Dino Valls”.
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