Casi llega el invierno: los días se acortan, el sol se va a hacer más tímido y dentro de poco vamos a echar de menos la luz y su calorcito (bueno, depende donde vivas, pero yo sé que me queda poco). La luz es para mí un ser magíco que vive y nos anima, que da calor e ilumina el mundo enseñándonos sus bellezas escondidas en la oscuridad. La luz natural se va escondiendo poco a poco, saludándonos de la mano, y para celebrarla, lanzamos la Trilogía de las Luces. Como una mantita, nos acompañará hacia una luz invernal, poética y suave.
Para empezar esta trilogía, os presento “Infinity Mirrored Room”, la sala del reflejo infinito, de Yayoi Kusama.
De viaje en Dinamarca hace ya un par de años, visité en las afueras de Copenhague. Entre esculturas de y , había una puerta, cerrada y un poco escondida en un rincón. Por qué entré, ya no lo sé, pero es como si alguien me hubiera soplado al oído dar este paso. Al entrar, me encontré rodeada de agua y más de un million de luces. Me ha dejado sin alivio: Esta sala no es solo una obra de arte, es un portal hacia un mundo mágico. Todas las paredes son espejos y excepto la pequeña plataforma en el suelo todo es agua; Entonces, las iluminaciones en la sala cobran vida.
Es como entrar en un baño bajo la luna rodeado de libélulas.
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