Lo mío con el packaging es puro enamoramiento. Se me van los ojos, las manos y los dineros, si me pones, por llevarme un determinado producto a casa. Pero no te creas, también siento algo de odio. Por culpa de todos esos envoltorios que le ponemos a lo todo tenemos una enorme isla de plástico en medio del océano. Es algo que no me puedo quitar de la cabeza. Somos responsables, como compradores y algunos de nosotros como diseñadores y como tales debemos actuar adecuadamente para que esa isla se haga pequeña, al menos, ya que dudo mucho que desaparezca.
Me he detenido en el packaging de alimentos clasificados como orgánicos, naturales, sin conservantes, ni colorantes, ni ingredientes extraños, pero, amigo mío, sí con un paquete, a veces de plástico, que acabará nutriendo esa temida mancha que espero quede en nuestra conciencia. Así que, compremos y diseñemos con responsabilidad.
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