Ya no nos gusta ver la tele o, al menos, no nos gusta verla como lo hacíamos hasta ahora. De hecho, su influencia disminuye día a día y cada vez pasamos menos tiempo ante ella.
Como tantas veces, la clave de esta transformación está en Internet. Aún con sus enormes limitaciones técnicas, Internet nos permite huir de la triste parrilla televisiva y de la publicidad que tiene asociada, para acceder, en cualquier momento, a los contenidos que de verdad nos interesan.
El prime-time ya no es lo que era. Es cierto que todavía, de vez en cuando, algún acontecimiento consigue congregar en torno a la tele a millones de espectadores, pero con la fragmentación de las audiencias y la competencia de las nuevas plataformas audiovisuales, el prime-time ya no es lo que era. Y nunca volverá a serlo.
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