Coca-Cola se ha cansado de ser una bebida para adolescentes. O para toda la familia. Ya no es la bebida que acompaña a los primeros conciertos, a los primeros amores desde la biblioteca, que reconcilia a las familias, que beben los osos polares mientras se hacen mimos. Coca-Cola ha concluido que para qué fidelizar a su público objetivo obvio. Ellos van a comprar Coca-Cola igual. Lo que hace falta es dirigirse a otro segmento, a ese de treinta y tantos que cree que si no pide una cerveza en un bar va a parecer un niñato, a ese que si no bebe alcohol bebe una de esas bebidas nuevas llenas de antioxidantes que prometen la eterna juventud, al menos aparente.
Así que ha cambiado a estas campañas:
Y es que, está demostrado: los treintañeros, hoy en día, no crecen. Para ellos se ha creado el término que da título a este post. Supuestos adultos que quieren comprarse videoconsolas e ir a fiestas, que siguen saliendo los jueves aunque ya sean serios consultores que el viernes se plantan ante un cliente con traje y corbata manteniendo toda la seriedad posible a pesar de la resaca. Los antes conocidos como DINKIS (Double Income, No Kids, es decir, con dos sueldos pero sin hijos) ahora van más allá. No sólo gastan más dinero en sí mismos, sino que además lo hacen, fundamentalmente, en ocio. No creen en las inversiones en ladrillo (“El Euribor no te frenará”), no creen en ahorrar. “Beben para disfrutar”, viven para disfrutar. No se casan con nadie; ni entre ellos, ni con marcas. Pero Coca-Cola, eso sí, lo intenta.
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