La artista de los mil rostros me recuerda un poema que recita . Así de curiosa es la mente, ahora no me lo quito de encima. Que sepa, nada tiene que ver Benedetti con la artista japonesa de la que habla este post, ni tan siquiera el poema. Más bien escribo a modo de exorcismo, como quien plasma un fantasma en el lienzo para sacarlo de su cabeza.
Tengo una soledad tan concurrida, tan llena de rostros de vos.
M. Benedetti.
Y mi cabeza esta llena de rostros de Kimiko Yoshida desde que Placer Diario me la mostró en Pinterest. Esta pintora, fotógrafa y escultora es conocida en todo el mundo por sus autorretratos. Kimiko nació en Tokio y vive en Paris. Una vez más, oriente y occidente: tan diferentes, tan iguales; como su propio rostro y el rostro de los otros cuando vive sus vidas. Las vidas de otros. Porque Kimiko vive otras vidas. Muchas, y también aventuras sin apenas moverse del lienzo.
Todo el mundo trata de ser único; pero yo quiero ser muchos y muchas, ser universal.
K. Yoshida.
Una cara oculta o casi inexpresiva. Tan sólo un ligero movimiento en la parte superior del cuerpo. Siempre el mismo encuadre. Contraste cromático, fondos planos y pocos elementos ornamentales, pero llenos de significados. Atrezzo y grandes dosis de creatividad para una reflexión antropológica sobre la identidad y la cultura, a través de la iconografía. Iconos que unen y separa.
Símbolos que, sin hacer demasiado ruido, muestran en los retratos de esta artista, su esencia y también sus carencias. ¿Puede ser nuestra identidad tan inconsistente, tan superficial como un disfraz? ¿Tan parecidos somos, que un solo rostro puede representar a la humanidad entera?
Me conmueve la simplicidad con la reduce a forma y color, iconos cargados de significado pero también de prejuicios y de miedos. Parece que piensa en la esencia que subyace debajo de las apariencias, para invitar a nuestras conciencias a mirar más allá. Al menos es así como yo lo veo. Y tú, ¿qué opinas?
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