Si alguna vez habéis intentado dibujar retratos realistas, sabréis que no es un ejercicio sencillo. He oído a muchos buenos artistas decir que se frustran al intentar hacer retratos porque, aunque vean que todos los elementos del dibujo están puestos en el lugar correcto y que la técnica de manchado es impecable, no consiguen dar vida a esos rostros, los cuales aparecen como si estuviesen vacíos y sin alma.
Pues bien, si al hecho de que pintar un retrato es difícil, le añadimos la complicación de colorearlo con lápices de colores, creo, con absoluta certeza, que la mayor parte de los humanos fracasaríamos; es realmente complicado conseguir contraste y matices en el color usando esta técnica.
Y digo la mayoría de los humanos y no todos, porque hay uno que rompe esquemas y supera con creces todas las expectativas. Se llama , aka Briscott, y es un artista británico, autodidacta, cuya técnica raya el virtuosismo. A base de capas de color consigue dar un brillo y una intensidad realmente excepcionales a sus obras, retratos con acabados próximos al hiperrealismo en los que las tonalidades de la piel e incluso las texturas y los pequeños detalles que dan vida a un rostro están perfectamente conseguidos. La intensidad de contraste entre luces y sombras otorga a sus piezas un aire solemne que recuerdan a los claroscuros de los viejos maestros. Juzgad vosotros mismos, ¿no os parece increíble?