Las esculturas del artista australiano son pura piel y sensibilidad. Podrías jurar que respiran, sudan e incluso mueren. Parecen contemplarnos con la melancolía de los sabios, sin mirarnos, desde la sala de exposición.
Cada una de ellas es una presencia poderosa con abundantes detalles físicos y, curiosamente, con una dimensiones inquietantes que alejan al artista de la tradición hiperrealista. Pero lo más impacta es la delicada textura de una piel casi transparente que deja ver las venas, los huesos, y casi entrever el alma…
Un mágica impresión de realismo que va más allá de la realidad -llamarlo hiperrealismo se queda corto- que el artista obtiene con un proceso mixto y grandes dosis de talento y sensibilidad. La técnica comienza con impresión 3D y se competa con silicona, fibra de vidrio, resina, carbonato de calcio y cabello humano. No faltan grandes dosis de paciencia en una elaboración que está llena de mimo -podrás apreciarlo al final de post, en el vídeo-
Jinks representa instantes congelados del tiempo que mezclan en los personajes diferentes dimensiones del ser humano en las etapas de su vida. Así, consigue retratar la vulnerabilidad emocional, la fragilidad el cuerpo, el tiempo efímero y los miedos,… esos tan humanos, demasiado humanos.
Aquí tenéis el vídeo al que refería en el párrafo anterior, donde se puede ver al Jinks en un momento de la creación de mujer con niño –la primera de las imágenes de este post-.
Ya verás como casi puedes sentir, en los últimos planos, su ojos casi se mueven… y que te traspasa la paciencia y su ternura… sí, estoy hablando de la escultura. Hasta yo misma tengo que recordarmelo.
Todas las imágenes © Sam Jinks
Fuentes: , y nuestra compañera Eva Álvarez.